Cómo podemos resguardar nuestro capital o aprovechar las oportunidades ante la inestabilidad que desató la pandemia y su propagación a escala global
El pánico generado a nivel internacional por el Coronavirus ha sacudido profundamente los mercados internacionales. Las bolsas de comercio más importantes del mundo sufrieron notables caídas en sus índices en las últimas semanas, situación agravada por el drástico descenso del valor del barril de petróleo a partir del lunes 9 de marzo pasado.
Ante esto, vale preguntarse qué decisiones tomar respecto a nuestras inversiones en un año que se perfila sumamente inestable, más aun en un país como Argentina, donde los sacudones internacionales se suman a los vaivenes domésticos.
Una primera premisa puede ser refugiarse en inversiones de renta fija. Con esto nos referimos a bonos estatales o de empresas, o en menor escala plazos fijos. Estas inversiones nos otorgan un rendimiento moderado pero seguro, a resguardo de la inestabilidad bursátil mundial. Hay fondos comunes de inversión que invierten en este tipo de instrumentos, ahorrándoles a los usuarios el trabajo de decidir en qué bono invertir y el trabajo de saber hacer la transacción, lo cual no es menor. También existen fondos que invierten casi exclusivamente en plazos fijos.
La alternativa de renta fija es entonces ideal para inversores de perfil conservador, cuyo objetivo es resguardar su capital y evitar pérdidas, aunque para ello deban aceptar rendimientos no tan jugosos.
Pero, por otra parte, este tipo de crisis y estallidos de los mercados puede resultar una excelente oportunidad para invertir en instrumentos de renta variable, es decir herramientas cuyo rendimiento a futuro es incierto, siendo factible inclusive perder parte del capital invertido. En esta categoría entran las acciones, las cuales son el motor principal de la bolsa.
Una acción, resumido en pocas palabras, es una pequeña porción de una empresa que los inversionistas pueden comprar de forma particular. Estas “porciones” tienen un precio de mercado, que suele fluctuar en función, entre otras cosas, de la oferta y la demanda. Cuanta más gente haya queriendo comprar acciones de una determinada empresa el precio de estas se dispararán, ocurriendo lo contrario si hay poca gente queriendo comprar y mucha queriendo vender.
Este segundo escenario es el que ocurre por estos días. Ante la incertidumbre global, la merma en el comercio y la desaceleración del crecimiento económico por el brote de Coronavirus, muchas personas deciden vender las acciones de empresas que probablemente sufran esos embates económicos. Al existir muchas personas queriendo vender y pocas queriendo comprar, el precio de las acciones baja, y al bajar convencen a otros tenedores de vender las suyas antes de que sea demasiado tarde lo cual hace que el precio baje aun más.
Los desplomes de las bolsas internacionales por estos días responden a esta suerte de paranoia colectiva por el temor a los efectos del Coronoravirus, estando lejos de ser fluctuaciones lógicas del mercado. Por lo tanto eso representa una tremenda oportunidad para inversores osados que estén dispuestos a comprar acciones a precios insólitos. Para esta maniobra hay que tener el temple necesario para ir en contra de la corriente y apostar dinero cuando todos los jugadores se están retirando. Aquellos con la valentía suficiente encontrarán seguramente recompensa cuando las bolsas corrijan la caída abrupta de valores y recuperen los precios de mercado habituales.
Quienes deseen invertir en acciones pero no posean el conocimiento necesario para comprar alguna acción en particular pueden participar mediante los fondos comunes de inversión de renta variable, los cuales invierten en acciones líderes, asegurando un rendimiento parecido a la evolución del Merval, que en nuestro país es el índice de referencia de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.
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