Las claves y operatoria del espacio de intercambio de letras, títulos y bonos
Dentro del universo de las inversiones de renta fija encontramos los bonos, títulos y letras. Estos son, resumiendo, compromisos de pago de un determinado capital + renta en un tiempo preestablecido por parte del Estado o de algún organismo privado. O sea, le presto hoy un monto determinado a, por ejemplo, el Estado y este se compromete a devolverme el dinero con intereses en un plazo. Como sello de este acuerdo el Estado me entrega un bono: una constancia que acredita la transacción.
Hasta ahí, a los ojos del inversor, esta herramienta no dista mucho de un plazo fijo bancario. Implica, ni más ni menos, que desprenderse de un capital por un tiempo en pos de obtener un interés.
Pero el gran atractivo de estos recursos, además de ofrecer tasas superiores a los plazos fijos, es la existencia de un mercado secundario: un espacio en el que se pueden comprar y vender bonos y títulos de inversor a inversor. Estos bonos ya fueron emitidos y comprados en una primera instancia en el denominado mercado primario y son propiedad de los ahorristas que como tales tienen derecho a venderlos. La pregunta pertinente en este punto sería: ¿a qué precio se venden los bonos? Eso es lo interesante del asunto ya que el precio lo pone el mismo mercado. A mayor demanda de compra y escasez de oferta el precio será mayor, y viceversa.
Un buen ejemplo de la distorsión de precios que puede sufrir el mercado secundario es lo que ocurre hoy en día en la Argentina. La crisis financiera desatada después de las elecciones primarias del pasado 11 de agosto ha trastocado sensiblemente los valores de intercambio del mercado secundario. El pánico y el deseo de muchos inversores de retirarse de las inversiones en el Estado nacional produce un alza en la oferta de letras estatales y su consecuente descenso de precio. Esto produce, a su vez, un aumento de la tasa de interés de estos instrumentos. Es una relación inversamente proporcional, a menor precio mayor tasa de interés. Veamos un ejemplo.
Supongamos que hoy 28/8/19 tengo en mi poder Letes en pesos con vencimiento el 28/2/20. Las Letes se licitaron el 28/2/19 por un plazo total de 365 días a una tasa anual de 40%. Mi inversión fue de $ 1000 y al finalizar el período espero obtener, por ende, $1400. Estoy justo en la mitad del tiempo de maduración de la inversión, por lo que se efectivizó ya la mitad de la tasa de interés, o sea un 20%. Al momento de venderla hoy lo lógico sería hacerlo a un valor que refleje el 20% de interés que ya trabajó la inversión, o sea $ 1200. Sin embargo, la crisis del mercado actual y mi desesperado interés por vender mi inversión en este momento me fuerza a venderla a un precio menor, de modo tal que el nuevo inversor va a obtener una tasa mayor de interés. Al ingresar al mercado secundario y ofrecerla no logro venderla a otro precio que el original en el que la compre hace 6 meses, o sea $ 1000. El comprador de mi inversión va a obtener ahora una tasa del 40% pero en solo 6 meses que es lo que resta para que se venzan las Letes, o sea el equivalente a una tasa anual del 80%, el doble de la tasa original del instrumento. Negoción.
¿Por qué alguien que tiene un bono o una letra se desprendería de ella antes de su vencimiento resignando dinero y regalándoles intereses extra a los compradores? La repuesta es múltiple. Yo como acreedor del Estado puedo presuponer un default y ver difícil que se me abone la inversión. También puede pasar que presumo que la cotización del dólar se va a disparar muy por encima del rendimiento de mi inversión en pesos, por lo que me urge hacerme de la mayor liquidez posible de inmediato y comprar con ello dólares. Sucede mucho además por estos días que los que venden las letras o bonos son los fondos comunes de inversión, forzados por los pedidos de rescate de sus clientes.
Por todo ello, las cotizaciones en el mercado secundario pueden variar y distar mucho de su “precio justo”, generando diferentes tasas de interés para quien compre. A tal punto llega la distorsión hoy que hay, por ejemplo, Letes en dólares con tasas originales del 4% anual ofreciéndose en el mercado secundario con tasas cercanas al 40% anual, o sea a un valor infinitamente menor que el real. El mercado presume complicaciones en el pago en tiempo y forma de todas las obligaciones del Estado, y premia el riesgo de quienes se atreven a invertir con tasas siderales.
El mercado secundario es entonces un interesante recurso para entrar y salir de inversiones en renta fija en cualquier momento del plazo original, pero a sabiendas de la distorsión de precios que pudieran generar factores externos al mercado.
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