La deficiencia en el acceso a los medios digitales bancarios y de pago se vuelve evidente en plena cuarentena en Argentina
En la jornada del viernes 3 de abril se vivió en las grandes ciudades de Argentina un escenario atípico en plena cuarentena por Coronavirus. El escenario, en realidad, no es tan inédito: miles de jubilados y otros clientes haciendo filas en los bancos para cobrar jubilaciones y demás subsidios. En plena era informática y a diecinueve años ya de haber ingresado en el siglo XIX, muchas personas siguen apoyando sus transacciones económicas en el dinero en efectivo. Algo claramente se viene haciendo mal.
Unos de los problemas que aqueja a la economía argentina es el grado de informalidad. Un gran porcentaje de la población realiza sus actividades económicas al margen del sistema impositivo vigente, lo que se denomina comúnmente como “en negro”. Que ese porcentaje de la población necesite del efectivo para sobrevivir resulta, aunque inapropiado, por demás entendible. Sin embargo, más paradójico es que mucha gente bancarizada en sus finanzas y con acceso a las múltiples plataformas virtuales de transacciones económicas elija recurrir al dinero en efectivo para realizar sus compras y pagos.
Este fenómeno, agudizado en las personas mayores de sesenta años, es una vieja práctica cultural que incluye la visita al banco como salida social habitual. Esta particularidad, sumada a la desconfianza generalizada en el sistema bancario post crisis del 2001 (donde se confiscaron compulsivamente ahorros), produce la concurrencia masiva de los clientes a retirar sus cobros, negándose a la utilización de tarjetas de débito, crédito u otros canales electrónicos de pago.
Tampoco ayuda la infraestructura de cobros mediante posnet con la que (no) cuentan los comercios argentinos. Hasta quienes entendemos y celebramos la utilización de canales virtuales de pago nos vemos forzados a andar siempre con stock de efectivo en nuestros bolsillos para asegurar nuestros pagos en caso de ausencia o mal funcionamiento del equipamiento de cobro necesario.
La utilización de los sistemas de home banking, lo que parece por momentos un capricho de los millenials, se vuelve hoy algo fundamental. La educación y capacitación en el manejo de los recursos digitales bancarios, tema con el que constantemente insistimos en este espacio, debe ser norma y no excepción. Para ello, sería deseable también la optimización y simplificación de los canales digitales de los bancos para que sean accesibles a quienes no necesariamente son duchos en el manejo de la tecnología. Hay mucho trabajo por hacer.
Ante cualquier consulta o necesidad de asesoría sobre el manejo de canales de home banking no dudes en comunicarte con nosotros.